miércoles, 27 de julio de 2011

Nos hemos olvidado por completo del enorme valor moral y espiritual de los ancianos.
 (LIN YUTANG)


NO hay fuerza de detener a quien sueña, a quien construye sobre cenizas, 
a quien ama, a quien espera el momento mágico de una ilusión.


Para el corazón no hay edad. Para soñar no hay edad. Para la imaginación no hay edad.
 No existe el tiempo, sólo la desesperanza.

El arte de envejecer consiste en conservar alguna esperanza. 
No es viejo aquel que pierde sus cabellos sino quien deja de soñar



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