Nuestro cerebro tiene tendencia a darnos órdenes. Esas palabras se graban en nuestras neuronas y se convierten en órdenes. Los niños se van formando de acuerdo a la mirada de los padres. Ellos proyectan en los pequeños lo que desearían que fueran, sin aceptar lo que verdaderamente son, así éstos crecen sintiéndose vacíos; se les forma un hábito de autocrítica negativa, y cuando más se repiten sus desvalorizaciones, más las realizan. A quienes padecen este tipo de autoconceptos: “soy una fracasada”, “no sirvo para nada”, “los hombres me odian”, “nunca seré rica”, “me basta querer algo para no lograrlo”, “soy fea”, “no triunfaré en mis estudios”, “todos me traicionan”, etc, les aconsejo lo siguiente:
En un trozo de papel que simule un pergamino escribir todas las autocríticas de las que uno desea liberarse. Sellar esta lista con una gota de tu sangre y luego enterrarla, plantando después sobre ella una maceta con flores.
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